♦│Opinión│Editorial│La música fue y será fuente de especulaciones y ganancias, pero… ¡Es suficiente! ¿No? ...
Una mirada retrospectiva… ¡de la tribu a la iglesia y de la iglesia a la corte!
Desde el primer tambor cavernícola, hasta el más moderno de los sintetizadores, la música siempre ha sido una construcción artificial del hombre. Por lo menos esa es mi postura, hasta tanto alguien pueda mostrarme la partitura de la música que cantan los pájaros (firmada por los mismos pájaros).
En tanto que se trata de una actividad intencional y no producto del azar, entiendo la música como un pequeño acto de creación. Según Juan Roederer, (Acústica y psico acústica de la música Ed, Ricordi) la misma música es una actividad necesaria para la autorregulación del sistema nervioso central, actuando como una especie de fenómeno de autoestimulación neuronal. Desde la misma prehistoria (en virtud tal vez de esa potencia misteriosa) los líderes de la tribus manipulaban la organización de sonidos, con determinados fines curativos, hipnóticos, o mágicos.
Cuando la cultura evoluciona, y las formas de organización política se establecen con más claridad, los músicos y compositores, empezaron a gozar de determinados mecenazgos. Para el músico del renacimiento y del barroco, la iglesia representaba el papel de poder que le ofrecía un salario determinado y la garantía de difusión de la obra.
El beneficio del ritual sacro era evidente, la música completaba la atmósfera de magia y misterio necesaria para colaborar con la imponencia de las catedrales de entonces, y las luces de colores que reflejaban los vitreaux cuidadosamente trabajados. Cuando el poder político se desplaza en el clasicismo, hacia las manos de los grandes emperadores, la orquesta se muda de la iglesia hacia los primeros auditorios aterciopelados de las grandes cortes. Otra vez el salario y la difusión de la obra a cambio del entretenimiento de los sentidos.
Durante los ’60 y los ’80 el poder de la música comenzó a recaer en un personaje habitual: El «manager» o representante artístico. Su trabajo consistía en organizar las giras y obtener un disco. Para el músico resultaba muy costoso difundir su obra en el vinilo sin la ayuda de un manager y una compañía discográfica. El trato era claro, el artista se quedaba con un porcentaje del dinero generado por la obra y la compañía el resto. (Los porcentajes podrían variar según el grado del contrato, pero el esquema «dinero y difusión a cambio de la obra» era el mismo). Los ochenta fueron la época de gloria para todos los músicos. Pero la siguiente revolución se daría en los noventa con el acceso más económico a las herramientas tecnológicas.
Los dorados Noventa
:El MIDI y el Audio Digital eran accesibles. Ya no nos seducían los managers incompetentes con la promesa de un disco, como si fuera un caramelo a un niño. El músico tenía herramientas para ser independiente. Hacer un CD en casa fue cada día más posible y económico. La tecnología iba siendo cada vez mas accesible a cada persona. Primero con las porta estudios a cinta, luego el MIDI, los multipistas de 8 canales magnéticos, sincronizados a la producción MIDI. Y finalmente la aparición de las DAW. Digital Audio Workstations. En las que actualmente podemos realizar una producción completa y compleja que integra en una sola plataforma Audio Digital, Virtual Instruments, MIDI, y Video Digital.
Sin embargo…
Ninguna dicha es completa…
Aparecieron los medios de difusión como esferas de poder. El DJ de la radio reemplazó al obispo renacentista. El dj o musicalizador, (o el director de la misma) elige que música debe escucharse y cual no. Pero el colmo de los colmos (Y he aquí el por qué de esta nota) lo descubrí el otro día. No recuerdo que banda musical firmó un contrato bastante saladito, con una radio argentina (una que tiene nombre de número) para que le difundieran su ultimo hit.
¿Estamos todos locos?, ¿De que vive una radio?: De la publicidad. ¿Por qué hay publicidad?: Porque hay oyentes. ¿Por qué hay oyentes?: Porque hay música y noticias. ¿Cómo vamos a pagar para que la radio cobre dos veces su trabajo?… Me pregunto como es posible que la fórmula haya cambiado tanto. Ahora para difundir nuestra obra, ¿hay que pagar?.. ¿Tan torpe puede ser el narcisismo de un artista que es capaz de comprar el aplauso? ¿Tan malas son nuestras creaciones que tenemos que pagar para que nos escuchen? ¿Cuánto abonaría un medio de difusión por un tema musical, si un día, de la noche a la mañana desaparecieran todos los músicos del planeta…?
¡¡Un día sin música propongo solamente!!!
Señores, estamos en el tercer milenio, Por suerte está Internet. Es la vía libre más clara que veo para resolver el problema. Usenla. Exploren las alternativas que ofrece el mercado inverso. Si queremos hacer escuchar nuestra obra gratis, el buen uso de las redes sociales son canales ideales para esa tarea. El mercado musical se empuja desde abajo. Los oyentes son los que deciden lo que se graba. O por lo menos eso intentan.
Difundan su música. Hay millones de oyentes disponibles y por suerte, Bill Gates, todavía no es el DJ de la red… O sí?
mmm… Ahora que pienso en I tunes, spotify, Sound Cloud, You tube, Vevo ; tal vez si estamos volviendo a perder la independencia…
Bueno… Ya se nos ocurrirá algo!!!
Ángel Diego Merlo
Director de Contenidos de www.audiomidilab.com
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